Hemos Probado: Un Viaje En Globo Con Balotour

Toca el despertador, ya son las 6 de la mañana, me tengo que ir a Vic. Voy a la estación y el tren llega justo a tiempo, como siempre (ah…los trenes españoles…). Después de una hora de tren, ya estamos en Vic, una pequeña ciudad en los alrededores de Barcelona, muy bonita y sugestiva, con sus callejuelas estrechas y medievales, sus restos romanos (los más importantes después de Barcelona) y sus casas tan señoriales. No, no estoy aquí para comer un fuet, que es el típico embutido del lugar, ¡sino para hacer un tour en un globo aerostático!

Joaquín viene a buscarnos a la estación y nos lleva directamente al campo donde se están inflando los globos. El sol está saliendo y no hay ni una nube en el cielo, es un día perfecto para volar. Empiezan las operaciones de calefacción del aire, se infla el globo aerostático, y la emoción, mezclada con un poco de tensión, empieza a subir. ¡Ya estamos a punto de volar!

Joaquín (Quin para los amigos y para sus clientes), nos explica las operaciones sencillas y las medidas de seguridad. Sobre todo nos da instrucciones para el aterrizaje, que es la parte más complicada. Hay que aferrarse a las asas del cesto, apretar los dientes y esperar a que todo se pare. Bueno, ¡no parece tan difícil!

Preparación

Subimos unas diez personas a bordo del cesto, entre las que hay una abuelita de 88 años para nuestra sorpresa. Entonces, me dije, si lo hace ella, lo puedo hacer yo también. El aire por el interior del globo aerostático empieza a calentarse, soltamos las amarras y el globo empieza su ascensión. Nos quedamos cerca del terreno durante los primeros minutos, antes de encontrar la corriente adecuada…todo parece muy tranquilo y de repente, el viento nos empuja hacia arriba y empieza el ascenso.

Despegue

En pocos segundos llegamos a una altura muy elevada, y de pronto alcanzamos los 800 metros de altura. La sensación de los primeros minutos es vertiginosa. En pocos segundos tenemos una vista increíble de todo el panorama de Vic, y todo el mundo parece tan distante y lejano. Los coches y las casas se convierten en puntitos, y el silencio nos tranquiliza, los ojos están maravillados por el paisaje. Sólo se interrumpe por el ruido del fuego que alimenta el globo. Después de un rato a esa altura, bajamos poco a poco hacia el pueblo de Vic. Nuestro globo sobrevuela, desde cerca, las casas y al casco antiguo, pasa sobre la plaza, llena de puestos para el mercado ya que es sábado. Es interesante ver, a esta altura, las cosas es una perspectiva muy diferente…casas, calles, parques, bosques y ríos asumen otra dimensión. Ruidos sordos hacen eco en el aire, a medida que se está despertando la ciudad.

Aterrizaje

A veces Quin se acerca a los árboles que casi podemos tocar, simplemente para espantarnos un poco. Abandonamos el sobrevuelo de la ciudad, y nos dirigimos hacia las zonas verdes en el interior. Debajo nuestro nos sigue constantemente “el coche de apoyo”. Al empujarnos el viento, de hecho es casi imposible volver adónde hemos salido. Al final encontramos un campo adecuado y empiezan las operaciones de aterrizaje. Joaquín suelta los cables y poco a poco nos tumbamos en el suelo, se dobla el cesto y agarrados a los asas, nos inclinamos hasta que nos deje de empujar el viento. ¡Ya hemos aterrizado!

El almuerzo catalán

Nos bajamos eufóricos del cesto, intercambiando opiniones y contándonos la experiencia. Sobre todo, la adrenalina del aterrizaje nos despierta de la tranquilidad del vuelo. Aún no se ha acabado el día. Con Quin, el socio Michael y con todos los otros pasajeros del vuelo (así como la abuelita feliz), vamos a un típico restaurante catalán. Todo está incluido en el precio del tour en el globo aerostático, y la comida es otro momento imprescindible de la experiencia Balotour. De hecho no es sólo “otra comida”, sino una muestra de las costumbres y hábitos catalanes. Al final, después del licor, llega el certificado del vuelo también, que es un buen recuerdo de la experiencia. Al final volvimos a casa muy satisfechos, con el silencio del vuelo que nos sigue sonando en la cabeza. Despertarse a las 6 de la mañana un sábado nunca ha sido tan agradable.

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Guido

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